lunes, 30 de noviembre de 2009

Involución alimenticia




Los tres vinimos al piso con muchos propositos, hacer fiestones, traer mujeres, formar un picadero... Uno de los propositos más light que teniamos todos era el de aprender a cocinar, decentemente.

Al principio con la emoción del sucedaneo de indepencia que estabamos teniendo pues nos currabamos nuestros aperitivitos, comidas de varios alimentos diferentes, dos o tres platos, etc, etc, etc. Pero como las cosas por moda y emoción duran poco, el asunto empezó a decaer, después de un par de semanas de clases, y con la respectiva vagancia que provocan las clases en los universitarios, empezamos a sustituir la salsa de tomate natural por orlando, los dos o tres platos por sólo uno de más proporciones y de una sola cosa.

Pues este suceso ha alcanzado (realmente más en mi que en mis compañeros de piso) su máxima representación. Recapitulando en el top five de platos más ruines cocinados, (o mejor dicho puestos en el plato, y a veces ni eso) puedo recordar:

Quinta posición: Potaje, concretamente tres platos. Tenía un tupper con potaje que me había traido de mi casa, (aquí no he hecho potaje todavía y como van las cosas tiene pinta de que seguirá así) y para quitarmelo de encima después de que llevara 2 semanitas en el congelador me lo mandé todo para cenar de un golpe.

Cuarto puesto: Arroz. Un único plato de arroz blanco sin nada que le acompañara, ya el sabor acababa cansándome.

Medalla de bronce: Spaguettis. Parece que no tiene nada de especial, y en eso consiste exactamente que tenga un sitio en la lista, me mandé unos spaguettis solos, sin salsa ninguna para el estomago. Acabé enyugado a más no poder.

Medalla de plata: Arepas. ¿Había algo peor que comer spaguettis sólos? ¡Pues sí! Arepas. Cuando acabé de hacerlas me di cuenta de que no tenía nada que echarles y me las comí tal cual vinieron al mundo.

Medalla de oro: Queso. Si señores, hubo un día de tal vagancia para cocinar y de tan pocos alimentos en la nevera que mi almuerzo consistió en un taco de queso amarillo. Al principio cortaba lonchas con un cuchillo, ya más tarde seguí a mordiscos. Casi me mando medio kilate de queso.

Esas son las experiencias menos apetitosas que he vivido en este piso. Ahora con vistas al futuro me quedan dos opciones, vencer a mi alter-ego vago y ponerme a cocinar y aprender bien o morirme de alguna infección rara por falta de alguna vitamina K o E o algo de eso.